El Gobierno celebra una “buena noticia” en medio del desastre cotidiano: el riesgo país bajó a 621 puntos, el nivel más bajo en nueve meses. Los funcionarios libertarios corren a mostrarlo como un triunfo épico, pero la realidad fuera de los números de JP Morgan sigue siendo la misma: pobreza récord, salarios pulverizados y un país que se desangra entre tarifazos y despidos.
Desde el oficialismo repiten que la baja del riesgo país demuestra “confianza” de los mercados. Lo que no dicen es que esa confianza no se traduce en bienestar para los argentinos, sino en la ilusión de que los fondos de Wall Street volverán a prestarle plata a un Gobierno que ya prometió vender hasta los trenes. Literalmente: mientras los bonos suben, Milei prepara la privatización del Belgrano Cargas y el San Martín, una postal del ajuste que no se detiene.
El JP Morgan habla de un “programa de recompra de deuda” y posibles créditos externos. Milei sonríe con el CEO del banco, Jamie Dimon, como si eso significara desarrollo. Pero los vencimientos de deuda son inminentes: 8.400 millones de dólares en los próximos meses, que se cubrirán —según Caputo— con swaps y promesas. Es decir, más deuda para pagar deuda.
Mientras tanto, la vida real sigue igual o peor. Las góndolas vacías, los alquileres imposibles y los salarios de hambre no bajan con el “riesgo país”. Lo único que cae es la calidad de vida. Y aunque en la Casa Rosada festejen esta supuesta “señal de confianza”, la calle tiene otra lectura: que los mercados sonrían no significa que el pueblo viva mejor.
En resumen, Milei puede mostrarle al JP Morgan un país más barato. Pero para los argentinos, sigue siendo el más caro de su historia.


